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lunes, 30 de diciembre de 2024

HISTORIA DEL GÉNERO HUMANO (Tentación, Caída y Primera Promesa de Redención ).




Pero la serpiente, la más astuta de cuántas bestias del campo hiciera Yahvé Dios, dijo a la mujer: «¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?» (Como prueba del realismo del autor sagrado, tan notable en estos capítulos, debe advertirse que siempre habla de la serpiente y nunca del espíritu maligno por la serpiente representado con singular astucia se maravilla la serpiente del precepto divino, que expresa exageradamente).

Y respondió la mujer a la serpiente: «Del fruto de los árboles del paraíso comemos, (Sin la menor muestra de admiración por oír hablar a la serpiente, le responde la mujer poniendo la verdad en su punto, pero no dando a la conminación divina el tono de absoluta certeza que tenia). pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: «No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir». Y dijo la serpiente a la mujer: «No, no moriréis: es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal». (La serpiente achaca a envidia de Dios la prohibición: la fruta les abriría los ojos y alcanzarían la ciencia del bien y del mal, esto es, la ciencia que lleva a la posesión de la felicidad, a la semejanza con Dios, propia de los espíritus celestes, llamados en otras partes hijos de Dios (Sal 29,1 ; Job 1,6)

Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerce, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y cogió de su fruto, y comió, y dio también de él a su marido, que también con ella comió. (Alucinada la mujer ante esta perspectiva, ve ya el fruto de muy distinta manera que antes, y se resuelve a comer de él).

Abrieronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones. (Se realizaron las promesas de la serpiente, pero de muy diverso modo de como ellos esperaban).

Oyeron a Yahvé Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yahvé Dios el hombre y su mujer, en medio de la arboleda del jardín. (Es muy de notar aquí el realismo del autor sagrado al representarnos a Dios como un señor que, saliendo a media tarde a dar un paseo por su finca, se entera de la infidelidad cometida por sus colonos).

Pero llamó Yahvé Dios al hombre, diciendo: «¿Dónde estás?» (El "¿Dónde Estás?" es un modo de introducir el diálogo. Llama a los que se supone escondidos cerca).

Y este contestó: "Te he oído en el jardín y temeroso porque estaba desnudo, me escondí". (Siente vergüenza de su desnudez y de esconde, porque, sabiéndose culpable, no se atreve a presentarse a su señor).

Y quien, le dijo, te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol de que te prohibí comer?» (De conformidad con el v.9, Dios pregunta, como si ignorase lo que había sucedido).

Y dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dio de él y comí." (Adán se disculpa diciendo que, no por desobedecer a su mandato, sino por guardar la paz con la compañera que Dios mismo le había dado, había comido del árbol prohibido)
Dijo, pues, Yahvé Dios a la mujer: "¿Por que has hecho eso?" Y contesto la mujer: "La serpiente me engañó y comí".

Dijo luego Yavé Dios a la serpiente:

"Por haber hecho esto.
Maldita serás entre todos los ganados
Y entre todas las bestias del campo.
Te arrastrarás sobre tu pecho.
Y comerás el polvo todo el tiempo de tú vida.

(La sentencia seguirá el orden inverso que el interrogatorio. La serpiente no es preguntada; su culpa es manifiesta. La sentencia que Dios pronunciará contra ella está calcada en su condición y en sus relaciones con el hombre; pero no hay duda de que, bajo estas imágenes de subido realismo, el autor mira el espíritu diabólico. La maldición expresa el horror que el hombre siente hacia la serpiente, mayor que hacia otros animales más dañinos que ella. Arrastrarse sobre su vientre es natural a la serpiente, pero es señal de su abatimiento, así como es indicio de la realeza del hombre el andar derecho. Creían los antiguos que la serpiente el polvo, como se ve por Isaías 65.25; Miqueas 7,17; expresión de la suma humillación del vencido (Sal 72,9; Is 49, 23). La imagen de enemistad está tomada de la natural adversión que el hombre siente hacia el reptil, al que en cuanto lo ve, lo acecha para matarlo. Esta enemistad es perpetua, como no lo son las es entre los hombres. Cuando perseguimos a una serpiente no nos creemos seguros de ella hasta haberle aplastado la cabeza. Ese es el origen de la imagen. El sentido es que esas perpetuas enemistades acabarán por la victoria del linaje de la mujer, en quien serán bendecidas todas las naciones (Gál 3,19). Esta victoria es de Jesucristo, y luego la de aquellos que vencen por El y en quienes Él vence a Satanás. La Virgen María el primer lugar entre éstos por su completa victoria sobre el pecado (Ap 12,5 s., 16 SS.).

Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer.

Y entre tu linaje y el suyo;
Este te aplastará la cabeza,
Y tu le morderás a él el calcañal ".

(Nuestra palabra "linaje" no corresponde exactamente a la palabra hebrea aquí empleada, pues aquella significa no solo posteridad, que es lo que significa la palabra hebrea, sino también ascendencia; la hemos preferido, sin embargo, por ser de género masculino y convenir mucho en este lugar hacer resaltar la contraposición, que, de no distinguir entre los dos géneros, queda obscurecida.
La palabra hebrea que responde a aplastar y morder es la misma para la acción de linaje de la mujer contra la serpiente y para la de la serpiente contra el linaje de la mujer. En ambos casos debería traducirse del mismo. Sin embargo, como la palabra hebrea significa acechar o herir, prefiriendo la última significación, la matizamos de aplastar o de morder, según las circunstancias de la acción en el uno y en el otro caso).

A la mujer le dijo:

"Multiplicare los trabajos de tus preñeces.
Parirás con dolor los hijos,
Y buscarás con ardor a tu marido,
Que te dominará"

(La sentencia sobre la mujer responde a las penas que llevan consigo sus oficios de esposa y de madre). Al hombre le dijo: "Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol que te prohibí comer, diciéndote no comas de él:

Por ti será maldita la tierra;
Con trabajo comerás de ella
todo el tiempo de tú vida;
Te dará espinas y abrojos,
Y comerás de las hierbas del campo.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan.
Hasta que vuelvas a la tierra.
Pues de ella has sido tomado;
Ya polvo eres, y al polvo volverás".

(En estás palabras de Dios a la mujer y al hombre resalta la diversa misión del uno y de la otra en la familia. La del hombre es ser jefe de ella y su mantenedor; la de la mujer, cumplir el ansiado oficio de la maternidad).

El hombre llamó Eva a su mujer, por ser la madre de todos los vivientes. (Eva en hebreo significa vida; aquí, fuente de vida humana). Hizoles Yahvé Dios al hombre y a su mujer túnicas de pieles y los vistió.

Dijose Yavé Dios: «He ahí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de él, viva para siempre. (Ironía que conviene bien con el carácter realista de esta sección y contrasta con la promesa que les hizo la serpiente. Habla el Señor consigo mismo, como quien expresa la decisión que acaba de tomar. No se olvide del estilo altamente poético de esta sección (8,21).

Y le arrojó Yahvé Dios del jardín del Edén, a labrar la tierra del que había sido tomado. (Esta expulsión del jardín en que el hombre había sido inmortal, implica la privación definitiva de este don de la inmortalidad y de la felicidad del paraíso terrenal).

Expulsó al hombre y puso delante del jardín de Edén un querubín, que blandía flamante espada, para guardar el camino del árbol de la vida.
(Los querubines son mencionados en varias partes de la Escritura como sostenedores del trono de Dios y los que tiran de su carro (Sal 18,11; 99,1; Ez 1,4). Aquí son los guardianes del jardín para impedir la vuelta del hombre s su anterior felicidad, como los sedu, lahmu, qaribu, representados en varias formas, que los Asirios y Egipcios colocaban a la puerta de los palacios reales o de los templos para impedir el acceso a los malos espíritus. La espada es la imagen del rayo, el arma potente de Dios, según Sal 18,15; 3,4.11. Los Asirios representaban también a Adad blandiendo una espada de fuego o unos dardos encendidos; el arma sola, emblema del Dios, era la representación de su poder. En el texto sagrado son imágenes para decir al hombre que debe abandonar toda esperanza de recobrar la inmortalidad).

En todo este relato, como en el de la creación, hay que distinguir entre el fondo y la forma literaria. Esta es poética; y si absurdo sería tomar en significación propia las palabras, definir del todo los límites entre la imagen y la realidad sería temerario. La Comisión Pontificia Bíblica, en decreto de 30 de Junio de 1908, después de condenar los sistemas que niegan todo valor histórico a estos relatos, señala algunos puntos que en éste han de ser tenidos por históricos: haber sido formada la mujer del cuerpo del primer hombre; la unidad específica del género humano; la felicidad original de los primeros padres en el estado de justicia, integridad e inmortalidad; el precepto dado por Dios al hombre para probar su obediencia; el primer pecado cometido por el hombre, a instigación del diablo en figura de serpiente; la pérdida, por parte del hombre, del privilegio de la justicia original, y la promesa de un futuro redentor.