Abrahán se trasladó de allí al territorio del Negueb y se instaló entre Cadés y Sur; después fue a vivir un tiempo a Guerar. Abraham decía de su esposa Sara: «Es mi hermana.» Oyendo esto, el rey de Guerar, llamado Abimelec, mandó a buscarla para él. " Nuevo episodio semejante al de Egipto (12,13 ss.) y al de Rebeca (26). Según los relatos que preceden, Sara sería muy anciana, siendo por eso extraño que el rey Guerar pusiera de que consta la historia del Patriarca no están ordenados cronológicamente".
Pero en la noche Dios habló a Abimelec en sueños y le dijo: «Date por muerto a causa de esa mujer que has tomado, porque es casada.» "El sueño era el medio mas ordinario de las comunicaciones divinas (Num 12,6 s.)".
Abimelec no la había tocado aún y dijo: «Pero Señor mío, ¿vas a dar muerte a un pagano que es inocente? El me dijo que era su hermana, y ella también me dijo: "Es mi hermano". Yo he actuado con corazón sencillo y con manos limpias.»
Dios le dijo: «Yo sé que lo hiciste con corazón sencillo y por eso te he librado de pecar contra mí, y no he permitido que la tocases. "En atención a esto, Dios le preserva de cometer un pecado que traería mas graves responsabilidades (cf. 2 Sam 12,9 ss.; 1 Tes 4,6).
Ahora devuelve su mujer a ese hombre, porque es un profeta. El rogará por ti y vivirás. Pero si no se la devuelves, debes saber que morirás sin remedio, tú y todos los tuyos.» Abimelec se levantó muy de mañana, y llamando a todos sus oficiales, les contó privadamente todo esto. Ellos, al oírlo, quedaron muy asustados.
Llamó entonces Abimelec a Abrahán y le dijo: «¡En qué lío nos metiste! ¿En qué te he ofendido, para que traigas sobre mí y mi país un pecado tan grande? Te has portado como no debe hacerse.» Y Abimelec le preguntó: «¿Por qué has hecho eso?» Respondió Abrahán: «Pensé que si no había temor de Dios en este lugar, podrían matarme por causa de mi esposa. Pero es verdad que es mi hermana, pues es hija de mi padre, aunque no de mi madre, y ha pasado a ser mi esposa. Desde que los dioses me han hecho caminar de un lado para otro, lejos de mi patria, le dije: "Tú me harás el favor de decir, en cualquier lugar donde lleguemos, que soy tu hermano".» Abimelec mandó traer ovejas y bueyes, esclavos y esclavas y se los dio a Abrahán, al mismo tiempo que le devolvía su esposa Sara. Después Abimelec agregó: «Ahí tienes a mi tierra, puedes vivir donde quieras.» Y a Sara le dijo: «Le he dado a tu hermano mil monedas de plata, que serán para ti como un velo que tiendas ante los ojos de todos los que están contigo, y así nadie pensará mal de ti.» "No era una moneda, sino una unidad de peso equivalente a 8,416 gramos, unas tres pesetas. Este pasaje es obscuro, tal vez porque el texto no está bien conservado. Su sentido parece ser que estos mil siclos son una reparación hecha a Abraham por la injuria, aunque involuntaria; con esto le lavaba la cara, que diría un árabe; esto es, le restituía el honor".
Entonces Abrahán oró por Abimelec, y Dios curó a Abimelec, a su esposa y a sus esclavos, a fin de que pudieran tener hijos.
Porque Dios había vuelto estériles a todas las mujeres en la casa de Abimelec, a causa de Sara, esposa de Abrahán.